Esta es una historia trágica, que tiene un final feliz. Después de bucear por el mar Caribe durante más de una década, y de ver tantas hectáreas de arrecifes destruidas, el escultor Jason de Caires Taylor está invirtiendo todo su talento en recuperar, aunque sea, una porción de ellas.
En una mezcla de ambientalismo, arte y aventura, este inglés decidió hundir todas sus esculturas en el fondo del mar Caribe para que se transformen en la salacuna de muchas especies de coral.
Entre los ojos y las orejas de hombres moldeados con apariencia de guerreros, de figuras humanas que montan en bicicleta, de rostros de mujeres o simplemente de utensilios cotidianos, empiezan a verse en movimiento los primeros pólipos de estos animales que sostienen la pesca industrial y artesanal.
Ya lo hizo en la isla de Granada y ahora se trasladó a Cancún, donde construye un museo subacuático, que podrá verse buceando o a simple vista practicando un poco de snorkel.
"Comencé esculpiendo paisajes, pero hace unos años pensé que mi trabajo podía ser más práctico ayudando con la formación de arrecifes", le dijo De Caires Taylor a EL TIEMPO desde México, donde está instalado su taller.
Él dice que la idea es que, con el paso del tiempo, el turismo se concentre en mirar estas formaciones artificiales y desvíe un poco su atención de los arrecifes naturales, para apoyar su rehabilitación.
A sus 36 años, este hombre, de padre británico y madre guyanesa, educado en Inglaterra, en el Camberwell College of Art, promueve la recuperación de un medio marino que se extingue poco a poco.
Según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), el 36 por ciento de estos ecosistemas está afectado por el cambio climático, la sedimentación y la sobrepesca.
Las esculturas, que no incluyen metales y que tienen internamente una estructura de fibra de vidrio que actúa como su esqueleto, se vuelven como el soporte para el nacimiento y la fijación de los corales, y a su vez son el imán de una gran cantidad de animales, como peces de colores, tortugas, erizos de mar, esponjas y tiburones.
"Aquí, creamos una metáfora en la que mostramos como los humanos podemos vivir con la naturaleza de manera sostenible", explica.
Por algo, una de las obras se llama La jardinera de la esperanza, en la que se ve a una mujer cultivando plantas pequeñas en una matera.
Otra fue bautizada El corresponsal perdido. En ella aparece un hombre sentado en un escritorio cubierto de periódicos de los años setenta.
Caires no descarta que algún día pueda instalar una de sus creaciones en Colombia. "Es posible, pero por ahora estoy llevando 180 figuras al mar de Punta Mujeres, Punta Cancún y Punta Nizuc, para que se puedan ver antes de diciembre, lo que convertirá a este museo en el más grande de su tipo en el mundo"
Muchas de las obras están situadas entre los 2 y los 10 metros de profundidad. Pesan alrededor de 5 toneladas y sus materiales no se degradan antes de 500 años, ya que deben ser resistentes a la presión y a las corrientes.
Taylor explica que la experiencia de exponer bajo el agua ofrece consideraciones físicas y ópticas muy distintas.
"Los objetos parecen más grandes y el agua se vuelve un medio maleable, que muestra nuevos colores y ángulos. Es como un mundo diferente, pero lleno de vida".
JAVIER SILVA HERRERA
REDACCIÓN VIDA DE HOY
F eltiempo.com
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